martes, 29 de mayo de 2007

Estrellas, fábricas de vida


Decía el gran Carl Sagan que somos hijos de las estrellas, y no podía tener más razón. En estos cuerpos celestes se sintetizan todos los elementos químicos que conocemos, incluidos por supuesto, los que nos forman a nosotros, los seres humanos y a todas las demás formas de vida conocidas. Pero aquí queda el conocimiento de las estrellas para mucha gente.
De lo que se trata aquí es de conocer mejor a estos colosos del universo de forma sencilla. Lo haremos poco a poco, descubriendo como nacen, como viven y por supuesto, como mueren. Ese es mi empeño, y espero que el resultado sea del agrado de todos.

Para empezar, deberíamos describir qué es una estrella; bien, una estrella es ese puntito de luz que junto a miles más como él, luce cada noche en el firmamento (definición poco ortodoxa, pero que nadie me puede rebatir...). Pero, el Sol, tambien es una estrella, aunque lo saquemos de ese saco, porque para la mayoría de los mortales las estrellas son algo que brilla en la noche, el Sol es también una de ellas. De hecho es la más cercana que tenemos. Tan cercana que solo está a 8 minutos y pico/luz; es decir, su luz tarda ese tiempo en llegar a nosotros, a la Tierra. En kilómetros se encuentra aproximádamente a 150 millones de ellos de nuestro planeta.
Pero ¿qué es el Sol y por extensión todas las estrellas?. Vamos a definirlo con mayor precisión y formalidad:
"Una estrella es una esfera de plasma autogravitante, en un estado de equilibrio hidrostático o muy cercano a él, que genera energía en su interior de manera sostenida mediante reacciones termonucleares . La energía generada se emite al espacio en forma de radiación electromagnética , neutrinos y viento estelar."
Bueno es un buen comienzo, ahora ya sabemos qué es una estrella. Veremos pronto cómo se forman.

Copérnico, el viento fresco del Renacimiento


Nicolás Copérnico (1473-1543), astrónomo polaco, conocido por su teoría Heliocéntrica que había sido descrita ya por Aristarco de Samos, según la cual el Sol se encontraba en el centro del Universo y la Tierra, que giraba una vez al día sobre su eje, completaba cada año una vuelta alrededor de él.

Copérnico nació el 19 de febrero de 1473 en la ciudad de Thorn (hoy Toru), en el seno de una familia de comerciantes y funcionarios municipales.
En 1491, donde comenzó a estudiar la carrera de humanidades; poco tiempo después se trasladó a Italia para estudiar derecho y medicina. En enero de 1497, Copérnico empezó a estudiar derecho canónico en la Universidad de Bolonia. En 1500, Copérnico se doctoró en astronomía en Roma.

A partir de 1504 fue canónigo de la diócesis de Frauenburg.

Sus trabajos de observación astronómica practicados en su mayoría como ayudante en Bolonia del profesor Domenico María de Novara dejan ver su gran capacidad de observación. Fue gran estudioso de los autores clásicos y además se confesó como gran admirador de Ptolomeo cuyo Almagesto estudió concienzudamente. Después de muchos años finalizó su gran trabajo sobre la teoría heliocéntrica en donde explica que no es el Sol el que gira alrededor de la Tierra sino al contrario.

Esta teoría sin embargo también requería de complicados mecanismos para la explicación de los movimientos de los planetas, debido a la perfección de la esfera. Estimulado por algunos amigos Copérnico publica un resumen en manuscrito, en sus comentarios establece su teoría en 6 axiomas, reservando la parte matemática para el trabajo principal que se publicaría bajo el título "Sobre las revoluciones de las esferas celestes".

A partir de aquí la teoría heliocéntrica comenzó a expandirse. Rápidamente surgieron también sus detractores, siendo los primeros los teólogos protestantes aduciendo causas bíblicas. En 1616 La iglesia Católica colocó el trabajo de Copérnico en su lista de libros prohibidos.

La obra de Copérnico sirvió de base para que, más tarde, Galileo, Brahe y Kepler pusieran los cimientos de la astronomía moderna.

Alfred Wegener: El origen de los continentes y los océanos



Investigando en la biblioteca de la universidad de Hamburgo donde enseñaba en 1911, Wegener se sorprendió por la concurrencia de fósiles idénticos en estratos geológicos que ahora estaban separados por océanos. Las explicaciones o teorías aceptadas por entonces hablaban de puentes de tierra para explicar estas anomalías, pero Wegener se convenció progresivamente de que eran los mismos continentes los que se habían separado de un supercontinente único original, hecho que ocurrió hace unos 2000 millones de años a juzgar por las evidencias fósiles. Desde defendió públicamente su 1912teorñia de la deriva continental, argumentando que los continentes a ambos lados del Océano Atlántico se estaban separando unos de otros. La convalecencia de una herida de guerra le dio tiempo para pensar, y en 1915 publicó «El origen de los continentes y océanos» (Die Entstehung der Kontinente und Ozeane), donde exponía la teoría de que una vez existió un único y gigantesco supercontinente, al que llamó Pangea (que significa "Toda la Tierra"), mostrando evidencias procedentes de diversos campos. Posteriores ediciones de los años 1920 presentaron una acumulación de evidencias. La última edición, justo antes de su prematura muerte, reveló la significativa observación de que los océanos menos profundos eran geológicamente más jóvenes.